"Goya en tiempos de guerra" - Museo del Prado

Hoy es jueves 1 de mayo del 2008. El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón se hace paso entre una multitud compuesta por humanos (miembros de su partido, periodistas, simpatizantes) y artilugios diversos (cámaras de fotos, móviles, videocámaras). Todos expectantes de algún jocoso comentario sobre el estado de sitio en el que anda sumido el PP. El político medita las palabras que va a dirigir a la audiencia convocada en uno más de los numerosos actos organizados en torno al bicentenario del dos de mayo. Sin embargo, Gallardón decepciona a los asistentes y decide dirigirse, con doscientos años de diferencia, a un tal Francisco de Goya.No sabemos exactamente en qué estaría pensando su interlocutor, el artista español Goya (Fuendetodos, 1746 - Burdeos, 1828), el 1 de mayo de 1808. Seguramente se hallaría con el ceño fruncido y sin ganas de mirar por la ventana. Por eso decidió hablar, expresarse mejor, a través de sus obras. Goya en tiempos de guerra es una exposición que muestra los cuadros y grabados realizados por el zaragozano en aquellos días de furia y hambre.

La muestra que ofrece las salas del Museo del Prado ha agrupado las principales creaciones de Goya englobadas en cuatro bloques.

1794-1799

Goya es uno de los artistas que han hecho que yo me quiera dedicar a esto del arte. De pequeño me gustaba ojear los libros de la estantería de casa. Entre ellos, había una enciclopedia de arte. De sus láminas, las que más me impactaron fueron las pinturas negras de Goya. Años después visité el Prado, y tropezándome con los turistas, con la mirada pegada al plano del museo, caminaba intentado llegar cuanto antes a la sala que exhibía las obras de aquel período. Al fin llegué. La fascinación aumentó, así como un interrogante... ¿Quién pintó estas endemoniadas obras? ¿Qué clase de pensamientos podría tener el autor de este Saturno devorando a sus hijos?

Goya en tiempos de guerra responde de manera muda a mis cuestiones. Las enloquecidas y brutales pinturas negras son una evolución lógica de su obra, y su obra, una consecuencia de la convulsa época que le tocó vivir a un artista con una sensibilidad distinta.

En 1793 Goya regresa a Madrid tras recuperar un poco su frágil salud en Cádiz. La enfermedad le había dejado prácticamente sordo. Su estado personal y los acontecimientos históricos como la Revolución francesa o la ejecución de Luis XVI cambiaron la forma de ver el mundo al artista. Dio un giro a su arte y surgió en su imaginario una visión ácida y crítica hasta entonces velada. En su serie Los caprichos, por medio de metáforas fácilmente entendibles, denuncia la debilidad moral social y censura los vicios humanos de la gente de su tiempo.

Los acontecimientos históricos de aquellos años así como la forma de reaccionar de la sociedad ante las adversidades operaron en el artista una transformación; a partir de entonces crecerá su necesidad de crear al margen de los encargos para poder expresar su opinión y su reprensión ante lo que sucede a su alrededor.

Sus imágenes de locos, de brujas y de demonios marcan una ruptura con la corriente de sus años; La Ilustración; decisiva y visionaria es su sentencia; Los sueños de la razón producen monstruos, con la que cuestiona el exceso de racionalidad de los ilustrados y alude a un componente de la mente humana por entonces desconocido; el poder del inconsciente.

1800-1808

La historia evoluciona de manera abrupta y violenta. El ascenso al poder de Napoleón cambiará el destino de gran parte del mundo de manera definitiva. En España, el panorama no puede ser más desalentador; la guerra contra Inglaterra y la derrota de Trafalgar, que desencadenó el motín de Aranjuez y la posterior invasión napoleónica dividió a un país descontento con la realeza y que estaba pasando hambre. Para un artista en el que ya se había sembrado la semilla del compromiso moral y del ver más allá, todo este nuevo y desquiciante universo no hará sino reforzar su necesidad de gritar, de desenmascarar la verdad a través de los lienzos. Sin embargo, Goya no dejó nunca de ser bien considerado por la aristocracia, la nueva burguesía y la nobleza. Muchas veces los espectadores han infravalorado su trabajo de encargo. No reparan en la calidad y sobre todo, la ruptura que suponen sus retratos con respecto a los otros posados de la época. Goya, dentro de los límites que establece el retrato de una personalidad, usa la imaginación y la creatividad para introducir variaciones en el género. El estudio psicológico de sus retratados motiva el éxito de sus cuadros. Aumentan sus clientes; La Marquesa de Santa Cruz, los Condes de Fernán Núñez, La Condesa de Chinchón, Manuel Godoy, la Marquesa de Villafranca, Manuel García de la Prada, y desde luego, la familia real.

1808-1814

La Guerra de la Independencia sorprendió al artista en Palacio. Goya era el Primer pintor de cámara en la época de los borbones y lo seguiría siendo tras la irrupción de la invasión napoleónica en los salones españoles. José I le concedió la Orden Real de España y él correspondió retratando a varios miembros del gobierno afrancesado.

Además de este trabajo remunerado, Goya retomó su obra independiente; por supuesto, impregnada por las sensaciones que le provocó la guerra. Su amarga visión del conflicto que partiría para siempre al pueblo español quedó reflejada en su serie Los desastres de la guerra. Conoce los entresijos que iniciaron la maquinaría de la guerra, tiene contactos con ambos bandos y visita en primera línea las consecuencias de las brutales hostilidades. Y su testimonio artístico es neutral; el condena la violencia, el horror de aquella terrible época, y denuncia a ambos contendientes por igual, no toma partido. Doscientos años después la conmemoración de esta masacre coincide con el Día de la Comunidad de Madrid. En el atril continúa Gallardón , que persiste como le dejamos, ordenando sus apuntes para dirigirse a Goya de tú a tú. El día anterior estuvo dándole vueltas al discurso. Embebido por la proliferación de actos que homenajeaban a los héroes del levantamiento, pensó en redactar su disertación en castellano antiguo, utilizando el modo de hablar que seguramente usaría Don Francisco de Goya y Lucientes el mismo 2 de mayo de 1808. Como si el acercamiento en la jerga facilitara que su mensaje fuera captado por su lejano receptor. Tras meditarlo mucho tiempo, tomó una decisión. Alberto Ruiz Gallardón mueve los labios, se acerca al micrófono...

1814-1820

Los bodegones que realizó en la etapa anterior muestran cabezas de carneros, animales muertos, las señales de la matanza...todas las imágenes guardan un mensaje común; la muerte. Finaliza la guerra de la independencia y regresa Fernando VII del exilio. Se consuma la Constitución Liberal de 1812. Lo esperado, es decir, que tras la tempestad llegue la calma, no ocurre así. Más bien al contrario, los ánimos en España se asemejan a un ambiente previo a una guerra civil.

Goya, cuya febril actividad permanece ajena a la violencia histórica que se desarrollaba más allá de su taller, pinta cuadros de carácter religioso, como el solemne Última comunión de San José de Calasanz, una nueva serie en la que manifiesta su filosofía, totalmente contraria a la moralidad de sus coetáneos, Los Disparates, y una serie de temática novedosa; Tauromaquia, en la que de manera metafórica condena de nuevo la brutalidad del ser humano.

Y es en 1814, una vez alejado de los encargos del gobierno afrancesado, una vez finalizadas las hostilidades de la guerra, cuando Goya hace ejercicio de memoria y pinta dos enormes lienzos basados en el dos y el tres de mayo.

Ambas telas han sido restauradas para esta exposición. Han recuperado su color la sangre de los muertos y heridos que yacen en el suelo pisoteados por las bestias. El brillo de los ojos de las únicas miradas humanas, las únicas expresiones de perplejidad y de miedo de las escenas: las de los caballos. El nítido perfil de los soldados franceses situados en línea y ocultando su rostro, prestos a ejecutar a los retenidos; es una maquinaria anónima de matar. Han regresado las líneas, los fondos y los matices, pero puede que muchos sigan viendo estos dos cuadros de manera confusa y distorsionada.

Los asistentes a la convocatoria de Gallardón sonríen al orador que al fin verbaliza sus pensamientos. Pronuncia mientras se detiene democráticamente en la mirada de los asistentes. Realmente no se dirige a esos ojos, sino a los del pintor Goya;

"España os estará siempre agradecida por la inmortal lección y el testimonio que nos ofrecéis con estas pinturas. Y muy principalmente Madrid, donde habéis desarrollado arte tan excelso para gloria y orgullo de nuestra nación, tan expuesta entonces a caídas y vencimientos. Estoy seguro de que el espíritu animador de los trabajos del pintor acompañará los madrileños en la celebración del heroísmo y la lucha por la libertad, hace dos siglos, del pueblo madrileño".

El político se da media vuelta dirección a otro acto conmemorativo del 2 de mayo. La gente continúa aplaudiendo.

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