mauricio garrido-gold



Galería Moro (Santiago de Chile, Chile)
Estoy pensando en el Salero y Pimentero de Francisco I, obra de 1543, de Benvenuto Cellini. Un alarde de oro, plata y esmalte que utilizaba el rey francés para sazonar su faisan au foie gras. Creado como un alarde de poder y riqueza ante los comensales en los banquetes de la corte real. Las pequeñas esculturas de Mauricio Garrido (Santiago de Chile, 1974) intentan también impactar en los comensales-espectadores, aunque de otra manera. Realizados con materiales de deshecho, son una materialización de las perturbaciones ideadas por el artista tras una reciente estancia en Pekín. Garrido se trajo, como todo turista que se precie, el típico souvenir horrible e inútil empanado en una imitación del oro (como el gato neo nazi ese que mueve la pata, el que se vende en los “Chinos”). Al parecer en el transcurso del viaje el recuerdo mutó en una especie de objeto irónico, una parodia perturbadora cuyo destino no es decorar, sino dar miedo.

La fauna está siempre presente, como en los pequeños caballos dorados que cabalgan en el interior de una calavera invertida, o como con el elefante azul que nos da la bendición en una clara caricatura del budismo. Pero es sobre todo la religión cristiana la que es objeto de burla en obras como “El árbol de la vida”, con la aparición de un cristo negro en actitud cariñosa con otro blanco.

El sacrilegio es uno de los juegos favoritos del artista, pero la reflexión se dirige sobre todo al valor, utilidad y a la estética de los elementos ornamentales que pueblan nuestros hogares, tanto los que lo hacían en los palacios en el Renacimiento, como a las baratijas de plástico de hoy en día.

Mauricio Garrido es un artista multidisciplinar, y no se ha limitado únicamente a producir estos aterradores iconos. Dos collages y un tapiz completan la muestra que convierte a la galería en una recreación ácida de los “Todo a un euro”. En ellos, de nuevo lo religioso y el horror vacui se dan la mano gracias a diversas analogías perversas, como la irrupción de unos osos panda gigantes en un paisaje idílico oriental.

Mejor será que en China no se enteren de esto. Por el bien del equipo olímpico chileno.

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