Conocer el origen de estas dos fotógrafas nos ayuda a identificar ese “halo” que las conecta:
Dentro de las similitudes, Aino y Riitta son absolutamente divergentes en sus propuestas. Las instantáneas de Riitta Päiväläinen son lo más destacable de la exposición; escenificaciones (preparadas) al aire libre de ropa que adquiere en mercadillos de segunda mano. Un kimono reposando en un bosque (¿su propietaria anda desnuda entre los árboles?), un bosque “habitado” por diez troncos vestidos, o un traje negro volando sobre un campo de trigo. Fotogramas (ya que existe una narración) de trajes resucitados (en su anterior vida estaban rellenos de personas) que adquieren vida propia como fantasmas en la naturaleza.
En cambio en los relatos (porque también hay una historia detrás de sus fotografías) de Aino Kannisto el protagonista es humano, y está vivo. También tenemos la certeza de que sufre, que está en una encrucijada. Son personas solitarias, encerradas en interiores, y que necesitan una respuesta. Una tranquilidad que contrasta con la tormenta interior que traslucen sus miradas. Esa persona es en realidad Kannisto, que en un juego de engaños no pretende hacer autorretratos, sino retratos de personas diferentes: ella cambia de peinado, de actitud y de personalidad. Son situaciones y personas distintas a las que las unen la desesperación o el abandono.
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